El ambiente es hierático aún; no se respira estrés, no hay movimiento, todo corre como cualquier día de aburrimiento infinito en la facultad. Dentro del auditorio, la operación se concentra en una consola y un par de computadoras que después se multiplicarían en más de cinco. Un grupo de cuatro hombres repasan guiones y checan conexiones.
No había hecho la tarea para saber quienes conducían, línea editorial del programa, blogs de los conductores, nada, por esto me sorprende la velocidad con que el cerebro puede proceder ante una crisis de conocimiento, ya que en pocos minutos, tenía ubicados a tres conductores -sus papeles dentro del programa y trabajos externos-.
Lo que deduje de mi conocimiento espontáneo, es que varios de ellos eran locutores de reciclaje para la estación: una conduce un noticiero en la mañana y otro es muy respetado en un programa de autor que dirige en la noche; esto me trae a la cabeza: ¿Qué se toman para exprimir tanto a su cerebro y tener pila para rato?
El ambiente se tornaba espídico, -“no probé la línea”- escuché decir a una de las chicas que no paraban de ir de un lado a otro. La sala comenzaba a llenarse y la mesa de los conductores estaba completa. Tres de un lado con instrumentos, afinaban y practicaban, a su lado le seguían una conductora, quien se reinterpretaba en cada perorata o diálogo cómico con el locutor principal sentado al centro de la mesa y acompañado por Daniel Guerra –a quien agradezco esas fotos- y un locutor más.
Todos nos guardamos en silencio cuando oímos al conductor dar la bienvenida, pero una falla ocurrió y repite, ahora si va la buena, me dije, y los conductores comenzaron con la presentación y saludos.
Todo esta corriendo de manera programada: locutores al aire, risas, parodias cómicas, risas, risas, anuncios, preguntas y respuestas, locutores al aire y así sucesivamente. Los momentos pícaros no se hacen esperar y por la mesa de conducción, ya han pasado un brasiere y un calzón aberrante a la vista.
Los momentos más exultos han sido aquellos en que el conductor filósofo –procede de la Facultad de Filosofía- con guitarra en mano ridiculiza las escenas políticas. Licuadoras en Cuba, hongos alucinógenos, presidentes son, acaso, un porcentaje de su repertorio con el que ha reído hasta el más reputado dentro del auditorio.
¡Goya, goya!..era un pintor español dice. En los pastos de esta Facultad, continúa. ¡Goya, goya…universidad! Es el último canto, después, unos salen y otros se remolinan en torno de los locutores. El programa ha terminado.
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